Desnúdate
- Elena Botana
- 28 nov 2016
- 1 Min. de lectura
Me tenía delante,
A centímetros, a un solo movimiento
Me miró de abajo a arriba,
derrapó con sus ojos y sin frenar
en cada una de mis curvas,
deteniéndose en mis ojos.
Se mantuvo callado durante minutos,
manteniendo la mirada,
y el ruido que supone el silencio,
mientras yo pensaba en cómo podría dormir luego
después de ver tanta cafeína en sus ojos.
Me dijo:
“Desnúdate.”
“¿Ahora?”
“Ahora.”
Y eso hice. Me desnudé.
Le hablé de mi,
de mis sueños, de mi pesadillas.
Le hablé de planes, inquietudes y universos.
Le hablé de mi pasado,
de mi niñez, de mi familia rota,
pegada y re-pegada por partes,
de mis fracasos, de mis errores.
Le hablé de daños.
Le hablé de corazones rotos,
de lágrimas en la almohada,
de relaciones fracasadas.
Le hablé de amor,
de lunares en cuerpos ajenos
que solo yo sé donde se encuentran.
De cicatrices que no se ven,
que van por dentro,
que tratas de cicatrizar con alcohol,
como las externas,
de tatuajes que no pides, pero que la vida te da.
Le hablé de la vida.
De mi vida.
Me dijo:
“Desnúdate.”
Y eso hice. Me desnudé.
Pero con la ropa puesta.
Y así fue como perdí la virginidad de mis recuerdos.
Así fue como descubrí que la verdadera intimidad
consiste en desnudar tu mente,
sin necesidad de quitarte si quiera el abrigo.
Eso es intimidad.
Eso es a lo que
a partir de aquella noche empecé a llamar
hacer el amor.
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