Te dejé

No tienes idea de todo lo que hice por ti.

Ojalá lo supieras,

ojalá fueras capaz de imaginártelo.

Te dejé entrar en mi vida,

que no es poco.

Dejé que formaras parte de ella, y mira.

Te dejé bucear en mis ojos y en mi mente,

te dejé ver todas mis facetas, y mira.

Te concedí un minuto de ruido,

por aquellos que fueron de silencio bajo nuestras sábanas.

Y mira.

Mira.

Me dejé la piel en ti,

y mira cómo me dejaste.

Sola, y en carne viva.

Decidí creerte,

primero por fe, por convicción.

luego por miedo, porque deseaba hacerlo,

porque no iba a admitir que todo aquello fuera mentira.

Porque estar contigo debía tener algún cometido,

si no, ¿para qué?

Sin duda, fuiste y eres la peor de las religiones.

Me volviste atea,

dejé de creer.

Y luego, te dejé.

Así, sin nada más.

Me hiciste pensar que te había perdido,

y joder,

habiéndote perdido te encontraba en todos lados:

en cada taza de café,

en cada hilo de mis sábanas,

en cada curva de cada lágrima.

Ahora vengo a decirte que no,

que no te perdí.

Que me perdiste.

Y sólo vengo a decirte que ahora,

me encontrarás encontrando el tiempo que perdí contigo,

encontrarás que alguien que no me conocía vio mis ojos por primera vez,

como tú en su día.

Será ahí,

justo ahí,

donde sientas lo que yo sentí.

Será ahí donde sientas

que hasta el aire te rompe el corazón.

Y te diría que lo siento,

pero no acostumbro a pedir perdón

a un simple recuerdo.