Cielo e infierno
- Elena Botana
- 28 jul 2016
- 1 Min. de lectura
A veces no sé qué te ocurre,
qué nos ocurre.
Es como si volvieran a ti
esos días en los que no fuiste del todo feliz.
Porque decidiste marcharte, o dejar marchar.
Porque no entendiste, o no te entendieron.
Porque no quisiste, o porque decidieron no quererte.
Vaya error ¿eh?
Aún no sé qué clase de tormenta pasó por ti,
para que ahora llores por una simple nube.
Pero, ¿sabes?
No me importa.
Siempre hay alguien dispuesto
a consolar al cielo en sus días grises.
A entender que una nube pueda hacerte
recordar un huracán
que te arrebató todo lo que creías tener.
A ayudarte a dejar el cielo azul,
sin rastro de nubes,
ni tormentas.
Porque todos tenemos nuestros “peros”,
nuestras cicatrices.
Que a veces no se ven, pero que duelen incluso más
y más tiempo
que las otras.
Y ese alguien dispuesto a ti,
sí.
Soy yo.
¿Sabes por qué?
Porque tú sacrificaste tu cordura para unirte a mi locura.
Porque te topaste con el infierno que es mi mente,
y abrazaste a los demonios
aunque quemaran.
Porque sí.
Porque tú
perdiste la cabeza
tratando de entender la mía.
Commentaires