Pesadillas
- Elena Botana
- 7 jul 2016
- 1 Min. de lectura

Anoche tuve una pesadilla.
Una de esas tantas que de cuando en cuando brotan por mi mirada.
Una de esas tantas
que hacen estremecerse y despertar de un salto,
agradeciendo que nada de lo que viste
forme parte de tu vida despierta.
Aunque esta también asuste.
Anoche tuve una pesadilla.
Soñé que te ibas,
que las dudas que un día asomaron por tus ojos,
viajaban hasta tu boca en forma de decisión,
y esa decisión viajaba hasta tus manos agarrando una maleta
y el pomo de la puerta.
Soñé que te ibas,
porque realmente te ibas,
no porque yo te echara.
Así, por voluntad propia.
Así, con decisión firme.
De la misma forma que antes me agarrabas de la cintura,
me mirabas a los ojos,
besabas y no soltabas.
Por voluntad propia. Con decisión firme.
Anoche tuve una pesadilla.
Por eso, al despertar de un salto
y dar gracias por haberlo hecho a tu lado,
te agarré de la cintura, miré tus ojos dormidos,
te besé,
y juré no soltarte jamás.
Porque sí. Porque quiero. Porque te quiero.
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